jueves, 9 de julio de 2009

Hacer brownies es peligroso (o, mejor, soy muy torpe).


Receta-relato de inauguración para abrir la boca y la puerta de este rincón.

En el poyo de la cocina lo dispongo todo: huevos frescos, chocolate negro y mantequilla, azúcar, harina de repostería, leche… Es mediodía. Voy a picar las nueces. Después de buscar un rato, localizo el abrenueces en una cestilla de mimbre, donde hay un poco de todo (cuentas churreteadas de la compra, el asa de loza de una taza, un bote de vitaminas… y polvo, sobre todo polvo). Para empezar, me clavo dos veces el pincho: la primera en la base del dedo gordo y la otra en la yema del índice, ¡cómo escuece! Después de pelearme un rato con las nueces (algunas cáscaras se resisten) las troceo con las manos (me llama la atención su forma de cerebrito) y con el palo de madera del almirez, las muelo un poco. Vale.

En un bol mediano pongo 150 gramos de chocolate para postres y 125 gramos de mantequilla. Lo meto en el microondas, a media potencia un par de minutos. Cuando veo que está todo fundido, lo mezclo lentamente (me gustan las varillas manuales) hasta que queda homogénea la masa, y la dejo templar. Meto el dedo para probar (¡qué vicio, está riquísima!). Mi perra me mira y se pregunta si también le gustará a ella esa cosa pringosa.

Me voy al otro extremo del poyo, casco 3 huevos en el vaso grande de la batidora, añado 150 gramos de azúcar y enchufo las varillas eléctricas. En la primera batida lo pongo todo perdido. Enseguida se pone espumosa; cojo la leche (que está a temperatura ambiente, claro ;-)). De las 3 cucharadas que tengo que incorporar, 1 y media me la echo encima y otra media la esturreo entre los cacharros. Repito y vuelvo a batir, siempre despacito y con cariño. Como aún está caliente el chocolate, decido limpiar el cable de la batidora, con papel absorbente. Mientras lo hago, me doy un topetazo contra la puerta de uno de los muebles, que estaba curiosamente abierta (¿quién habrá sido el muy…?). Me clavo la esquina en la frente y maldigo. ¡Qué ostia! Me siento en el salón, hasta que se me pasa y, mientras masajeo con ahínco la cabeza dolorida para que no me salga mucho porcino, decido que he aprendido dos cosas:

1. A no caminar mientras limpias el cable de la batidora.
2. A no abrir la puerta del mueble colgante donde vas a guardar la batidora que estás limpiando, antes de haberla limpiado.

Lesionada, vuelvo a la cocina. Como la mezcla de chocolate y mantequilla está templadita, la uno a la anterior y sigo batiendo con cariño. Agrego 100 gramos de harina (en el recipiente y, una vez más, encima mía), un pellizco de bicarbonato (o medio sobre de levadura, o nada, si la harina es bizcochona) y las nueces que antes piqué (las nueces y los dedos).

Acabo de darme cuenta de que tengo pequeñas gotas de chocolate en el pelo. No sé cómo han llegado hasta ahí (!).

Como antes de empezar a cocinar recordé bajar, aceitar y espolvorear con harina el molde donde voy a hacer el brownie (mentira, lo olvidé, y ahora que la masa está lista me entra el nervio, suelto las varillas llenas de chocolate pringoso sobre el poyo, corro al salón, me llevo por medio el quicio de la puerta con el hombro que no tiene culpa, cojo una de las sillas, que también golpeo con el quicio que no tiene culpa, me subo —sin chanclas—, alcanzo el molde que vale lo mismo para horno que para microondas, bajo —me pongo las chanclas—, cojo el aceite —o la mantequilla, no mejor el aceite, que la mantequilla ahora la tengo hecha un peñón en el frigorífico— busco la brocha, me he pasado de aceite, vuelvo a sacar la harina, que ya la había guardado y todo, espolvoreo el molde, el poyo, la vitro, la barriga, los dedos de los pies que asoman por las chanclas y…), por fin echo el mejunje dulzón dentro. Y compruebo, por enésima vez más una, que debí coger un molde más grande, porque existe una ley —escrita al menos en blogs y webs de cocina— que dice que la masa no debe superar la mitad de la capacidad del molde. ¡Cómo están las cabezas!

Así y todo, cojo el molde, con cuidado de no volcarlo, que es de silicona y salsón, y lo meto en el microondas. 5 minutos a 800W. No abro. Espero otros 5 minutos mientras reposa (alguien me dijo que las ondas siguen funcionando…). Abro. Meto el palillo chino (no sé de dónde han salido tantos palillos chinos). Sale seco. ¡Prueba conseguida! (Si no, podría haber seguido experimentando con el tiempo y las potencias, hasta que estuviera fetén.)

Conclusión: Si os gusta el riesgo, el subidón de adrenalina ante la cacharrería desordenada, reposterizaros embadurnándoos de ingredientes como los niños chicos, y no os importa un chichón y un par de picotazos y, lo más importante, queréis disfrutar de un brownie delicioso (acompañado de helado de vainilla o una natilla ligerita), tenéis que probar.

Gloria Lao García (Clumsy Glor)

3 comentarios:

Pingüino en Atacama dijo...

Yo ya voy con mi receta de las Piedritas. Dame un poco de tiempo. Besos

La chef Andreé

Revangel dijo...

:-DDD Gracias, Pingüina Chef.
El niño-blog ha empezado a comerse las esquinas de la pantalla, no sé lo que aguantará ;-)

Anónimo dijo...

Que bonita descripción has escrito en tú ficha de la Blogoteca. Solo por eso me he decidido a visitarte.
Y que bien te lo pasaste con los Brownies, ja, ja, ja… Toda una aventura ;)
He llegado hasta tú blog desde el concurso de 20minutos, en el mío he creado una pequeña comunidad que se llama “Gente de puta madre + IVA” si te apetece estaría encantado en que intercambiáramos enlaces.
¿Qué te parece?
Si te interesa no dudes en hacérmelo saber.

Un saludo y suerte en el concurso.